SALUDOS DESDE PUERTO RICO


Ayer en la noche vi por la televisión católica de Puerto Rico el vídeo sobre la vida de Amparo Portilla Crespo. Yo soy un viejo a punto de cumplir 70 años, catedrático de literatura y psicología de la Universidad de Puerto Rico, ya jubilado.


Soy medio agnóstico, casi anticlerical, pero (este "pero" es explicativo, no adversativo) siempre he conservado mi fe en la Santísima Trinidad y en la Santísima Virgen María, bien sembradas por mi abuela materna y por mi padre. No obstante al ver la breve historia de Amparo, mi corazón dio un vuelco estremecedor y con los ojos llenos de lágrimas y emocionado entoné silenciosamente el Salve Regina que de niño aprendí en latín.


Mi alma se regocijó toda porque me sentí tocado del Espíritu Santo por mediación de su sierva Amparo; faro, luz, guía y aliento que ha sido para muchos. Le pedí que obrara en mi e intercediera ante Jesús para que me librara de los males que me han aquejado, sobre todo de las angustias del alma, pues las enfermedades físicas son bendiciones de purificación tal como lo entiendo.


Quiero humildemente dar este breve testimonio, de poco valor procesal, pero lleno de la certeza intuitiva de que la luz de Amparo se convertirá en faro radiante de inspiración aún en estos confines americanos donde hace poco más de 500 años, se sembró el aliento y la fe de Jesucristo.


Sinceramente.


M.C.

Puerto Rico